lunes, 8 de febrero de 2010

No te lo tomés tan en serio

Qué divertido el día en que me di cuenta que el trabajo que yo hago todos los días de mi existencia es, posiblemente, el que más le importa un pito a la gente.

Sí, soy publicista.

Y sufro mucho como publicista; por ejemplo, mi mamá, que es la persona que más me ama en la vida, entiende perfectamente que un arquitecto diseña espacios, que un zapatero arregla zapatos, que un pescador...pesca, pero no ha terminado de enteder qué rayos hago yo, y cuando más o menos le trato de explicar, frunce el ceño y reclama “¡Pero cómo es posible que no les paguen horas extras! ¡Qué bárbaros!”, y no la culpo, mi mamá es administradora.

Y es irónico, porque nosotros los publicistas nos encargamos de destruir nuestra propia credibilidad ante la gente que medio entiende qué es lo que hacemos: los clientes.

Yo el otro día fui donde la dentista con la mitad de la cara inflamada y le dije “Doc, me duele acá”, y ella me examinó y me respondió “diay, guevón, si tenés la cordal encarnada, tenés que tomar antibióticos”, yo no vacilé, y corrí como loco a la farmacia por los benditos antibióticos, 3 horas más tarde ya no tenía elefantiasis facial. ¿Qué pasa en publicidad? El cliente tiene un problema, y en la mayoría de los casos es él mismo quien decide si necesita antibióticos o no. 2 años más tarde se cambia de agencia porque perdió la mitad de la dentadura. Y la solución de nosostros los publicistas es “Maes, saquemos rápido el día a día para hacer propuestas para ganar un Cannes, o peor aún, para ganar un Volcán” (para los que no son publicistas, Cannes y Volcán son premios publicitarios).

Así es, aparentemente somos felices “apagando fuegos”, “aplanchando varas” y “no complicándonos” porque al final del día, tenemos un salario que nos permite ir a tomar guaro, ligar y hablar mal de lo que hacemos porque claramente, siempre el culpable es otro, comprarnos una cámara que nos permita decir que “sabemos” tomar fotos (retocadas posteriormente en photoshop, por supuesto), tener un iphone, una navecita, ropa loca para justificar socialmente que somos creativos, un Cannes (bueno solo un par se lo han ganado en el país) y por supuesto, 700 Volcanes (que son como agarrar confetti en el avenidazo).

Y no sólo somos anónimos, irrespetados y mediocres, también somos inseguros y paranóicos, con solo decir que las frases más utilizadas antes de hacer una creatividad son “que pasa si”, “ésto es una estupidez”, “no es ésto, pero...”. Yo le doy gracias a Dios de que el cliente no está en los peloteos escuchándonos, porque de una nos pega una patada en el culo y se va a hacer la creatividad con la esposa y con sus hijos.

Pero suave, ojo al Cristo, siempre hay excepciones, tampoco hay que ser tan negativo, porque sí existen publicistas profesionales, aunque usted...no lo crea. Sí, es una pequeña tribu (y no hablo de la agencia), que piensa que hacer cosas buenas, inteligentes, impactantes y diferentes es parte de su trabajo diario; esa tribu no anda perifoneando un brete invisible, ni tampoco se va a EPA los fines de semana a comprar el serrucho, no, esa tribu come calla’a, camina por los costados, es medidora, es sigilosa, y “PUM”, pega duro mientras los demás nos terminamos de cambiar las mantillas.

Esa es la realidad de nosotros, los pobres publicistas mártires. Pero como me dijo una vez una amiga: “Maynard, no te lo tomés tan en serio”. Y eso hago, no me lo tomo tan en serio.

1 comentario:

Jonathan Monge Araya dijo...

Me parece genial como describes nuestra bendita profesión, a mi me pasa igual, siempre que me dicen y vos a qué te dedicas… respiro hondo y pienso (va de nuevo, voy a decir que soy publicista y se van a quedar como ujummm) y siempre pasa, las personas nunca saben a que nos dedicamos, a veces es frustrante, pero como bien dices no hay que tomárselo tan enserio.
Por cierto te invito a mi blog, http://lawebdelpublicista.blogspot.com